viernes, 18 de julio de 2008

LLEGAMOS AL BULLI: Juli, Adrià, la cocina…(parte II)




Es un chalet, enclavado en la montaña, al borde del mar, en un espacio robado a la roca y mirando al mar. Mis pupilas intentan realizar instantáneas de cada rincón pero mi cerebro está ya lleno de información aun sin cruzar el umbral de la puerta. Nos recibe Juli, el socio de Ferrán. No, no somos clientes vip ni nada por el estilo, esto funciona así con todos. Juli era el maitre del restaurante cuando el Bulli era un establecimiento ordinario de costa, cuando Adriá llegó de cocinero ocasional. Allí se asociaron y allí comenzó la leyenda de este lugar.
Juli es cercano pero a la vez tiene ese aura de mundo, esa seguridad pasmosa que tienen los managers de los artistas. Sabedor de que es la llave de un secreto, de un idolo, el acceso al mito. Se que me convencería de cualquier cosa, más en este momento en que mis defensas están por los suelos y mi excitación y curiosidad han nublado todo rastro de raciocinio. Estoy emocionada. Qué narices.


Juli está en su casa y te recibe como quien da una fiesta. Nos saluda y da la mano uno por uno. Te mira a los ojos, te sonríe. Es un encantador de serpientes. Nos invita a pasar a la cocina, ¿a la cocina? ¡Que sorpresa!. Y yo como siempre, la primera, a toda prisa me lanzó al pasillo que se abre frente a mí. De repente me encuentro en el centro de una cocina impecable donde aproximadamente 40 personas trabajan en silencio y armonía. No hay ruido, no hay prisas. Acero inxodable, cristal, color blanco, todo limpio ordenado ocn una perfección que raya la compulsión. Adriá esta de pie, en el centro de la sala y me tiende la mano. Una mano cálida, gordeta, compacta. Miro detrás de mí. Estoy sola. Vaya, mi grupo se ha retrasado y ahí estoy yo durante unos interminables 20 segundos a solas con él. No sé ni que decir…. Balbuceo: gracias, wow, vaya… mira esto…
Estoy encantada de estar aquí.

La cocina: tan llena de gente, parece una fabrica de relojes suizos artesanales. Señores de blanco impoluto, pinzas diminutas en sus manos, minúsculas porciones de flores, semillas, pistilos, minúsculas esferas. Todos sonríen, no hay música pero podría haberla. No hay ruido, no hay voces. No se cómo se entienden. Calma. Me gusta lo que se transmite.

Ferrán es más bajito de lo que uno podría pensar, es también más cercano, sencillo, un personaje ordinariamente ordinario, tal vez tímido, pero claro, tampoco habla conmigo porque… ahí estamos los dos, en su cocina, no nos conocemos de nada. Rodeados de su equipo engranando estambres, brotes….Me siento una intrusa.
Llegan los demás por la espalda y respiro aliviada. Manos que saludan, comentarios, una foto por favor. El cocinero más famoso del mundo es un hombrecillo que cruza sus brazos tras la espalda y nos invita a pasar al fondo de la cocina. -Por favor, miren lo que quieran- Un marcadísimo acento catalán que incomoda su castellano sale como un torrente de su boca. Balbucea también. Parece cómodo pero está alerta. Su misión es recibir a los invitados en su territorio. Salimos en un suspiro. No puedo archivar los últimos 15 minutos: la cala, el chalet, Juli, la cocina, Adriá….

Es curioso. Este trozo de mi memoria está archivado de una extraña manera, cuando lo recuerdo y lo escribo siento como si mis pies hubieran estado flotando durante esos instantes. Desde la puerta de entrada, pasando por la cocina hasta que por fin me acomodé en mi silla. Curioso porque es exactamente igual que el recuerdo de un sueño, no parece real. Se difumina detrás de una luz cenital.

Este viaje con forma de post continúa en:

2 comentarios:

Wendy Pan dijo...

Jejeje, tú la "prime", si no hubiese sido así me habría decepcionado XDDD

Pero falta la parte III, FALTA LA PARTE III !!

Cuéntamelo, cuentanoslo, plis!

Anónimo dijo...

jo...
que guay
soso

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