jueves, 30 de mayo de 2013

Food Porn. El placer de los sentidos



No hay termino que más rechazo me produzca que este… tampoco se si acabo de entenderlo en su totalidad. Aunque tego claro-meridiano que las relaciones entre las personas y la comida son muy físicas, y el acercamiento que se hace con los cinco sentidos + el beneficio (placer) obtenido, sea claramente comparable al sexo.

¿Hay algo más íntimo que puedas hacer con un producto que tragartelo?.
Pues eso…. Que  la comida no es solo algo que entra por la boca. El olfato es fundamental,  y el tacto -suave, picante, crujiente- en la boca es otra dimensión que no hay que olvidar.

Mi relación con la cocina, con los cocineros, sí debo decir que es igual de íntima que una cita.  Y mis primeras citas con cocinas y cocineros que no conozco no pueden excitar más mis sentidos (entended el contexto en que lo digo). Entrar en un universo creado por alguien con el único objetivo de agradar. Sentirse rodeada, agasajada, regalada…. debe ser similar a la belleza de lo masculino en  el cortejo: firme pero atento, a veces inteligente, a veces superficial, a veces tan solo alguien que pretende epatar pero del que no te crees ni media. Los cocineros, en su mayoría, al fin y al cabo son hombres y por eso me gustan aún mas.

Pero íbamos a lo de la primera cita. Casi una cita a ciegas. Te han contado, te han dicho, has leído…. Y vas con cierta expectación, y cierta predisposición. Cuando te gusta, cuando te conquista, sabes que serás fiel como sólo una chica de verdad sabe serlo (casi para siempre). Hay algo en el arte, en los artistas, en los músicos, en los cocineros, que me ha conquistado desde siempre. Admiro la creación en todas sus facetas. Me aburre la reproducción. Creo que a mi lista de novios (directores de teatro, poetas, escritores…) siempre le faltará un cocinero. Ya es tarde.

Me contento con enamorarme fugaz y locamente de los hombres que cada semana me dan bien de comer. Mis escarceos culinarios son mi pasatiempo favorito. Apenas duran lo que dura la comida o la cena. Un menú estratégicamente bien pensado, maravillosamente ejecutado, con ritmo, con sentido, me embelesa y me atrapa. Me encanta comer, me apasiona, me fascina… Adoro descubrir ingredientes agazapados dentro de otros, me gusta deleitarme con conceptos como “flavour” and “taste”, (sorry! sabor y gusto se quedan cortos en su traducción al español). Me encanta reconocer lo que el cocinero quiere decir (o conseguir) al introducir este u otro ingrediente o especia o textura; la acidez que compensa el dulzor, el equilibrio potente en boca que excita hasta la última papila (savouriness o umami o loquesea, llámalo “pepe”…)… O una guindilla vietnamita que hace que tu esófago se abra como la chimenea de una mina de carbón en Gales…. Descubrir que la suma de cilantro, menta y albahaca funciona y no es como beberte el azurdePuig. Darte cuenta que el pollo hecho al vacío, por muy jugoso que este, es baboso y no te gusta porque las fibras y su textura aportan caracter. Distinguir los grados de untuosidad del arroz de los nigiris. O el salado de un vino que te recuerda a las anchoas. Disfrutar, mas que nada, viendo a Heston o a Jamie o a Chicote cuando hablan o cocinan. Y no tener manos ni hojas de papel en tu libreta para tantas recetas. Excitar tus papilas hasta decir basta y despertar conexiones y sinapsias en tu cerebro que no creías que existieran.

El ser humano y su cerebro es todo practica. A más horas de entrenamiento, a más exposición, a más impacto, más elasticidad. Crecemos y crecemos. Sin parar. Avanzamos y disfrutamos.
Despertar al sabor, alimentar tus sentidos, es claramente vivir más intensamente. No lo entendía muy bien cuando hace doce años un chico me hizo la nota de cata de mi cuello -y ahora miro atrás y pienso que el placer es a los sentidos como el agua a la sed: una necesidad vital- Ahora, que soy capaz de descubrir los matices de vainilla del suyo y transportarme instantáneamente kilómetrica o temporalmente a través de mis sentidos.

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